Una bolsa vacía y un costal lleno de sueños
Cuando Sabino Fuentes entró por primera vez a la sucursal de La Cooperativa en el centro de Fayetteville hace más de 16 años, muchos le dijeron que estaba cometiendo un error. “Ese banco es muy pequeñito, no va a durar,” le repetían. Pero Sabino pensaba diferente. “Va a crecer, va a crecer,” se decía. Y tenía razón.
En aquel entonces, Sabino enfrentaba uno de los momentos más difíciles de su vida. Su esposa luchaba contra el cáncer y, poco después, perdió tanto a ella como a uno de sus hijos. Se quedó solo para criar a cinco niños, sin ahorros, sin crédito y sin un camino claro hacia adelante. Como él mismo lo dice: “la bolsa vacía, pero llena de sueños.”
La Cooperativa lo recibió con los brazos abiertos, ayudándolo a abrir su primera cuenta. Esa confianza se convirtió en el inicio de un nuevo camino. Pronto, Sabino tomó sus primeras clases de educación financiera y aprendió a construir crédito. Con disciplina y constancia, obtuvo su primer préstamo asegurado y jamás dejó de pagar.
Más adelante, se le presentó la oportunidad de invertir en una máquina para su negocio de corte de árboles. “Me prestaron $15,000 para una máquina. Esa máquina me cambió la vida. Lo que antes hacía en un día y medio, ahora lo hago en hora y media,” recuerda. Esa sola inversión multiplicó sus oportunidades. Su pequeño servicio de corte de árboles creció hasta convertirse en Prime Lawn and Tree Services,expandiendo su trabajo más allá de Fayetteville hacia lugares como Winston-Salem y Durham, donde además disfruta visitar las sucursales vecinas de La Cooperativa.
Con el paso de los años, LCCU apoyó a Sabino con préstamos para comprar camiones, un tráiler e incluso su casa. Cada vez, Sabino demostró su responsabilidad y fortaleció su crédito. “Muchos decían que esta cooperativa no daba para más, pero yo comprobé que sí,” dice con orgullo. En todo momento, en lugar de juicio, encontró compasión y apoyo. La Cooperativa trabajó a su lado para mantenerlo en el camino, algo que él asegura ningún otro banco hubiera hecho.
Hoy, Sabino es un orgulloso dueño de negocio, propietario de su hogar y padre que ha construido una vida estable para sus hijos. Continúa recomendando a La Cooperativa a aquellos que alguna vez dudaron de él. “Los que me dijeron que estaba loco ahora son socios también,” comenta entre risas.
Para Sabino, La Cooperativa es mucho más que una institución financiera: “Me trataron como persona, no como un signo de pesos. Aquí me explicaron, me educaron y me dieron oportunidades que cambiaron mi vida. Gracias a Dios y a la cooperativa, hoy puedo decir que estoy bien, muy bien.”